
El sábado por la mañana tuve los primeros síntomas de la gripe. Por la tarde en la misa, me sentía con fiebre pero cumplí con mis deberes parroquiales sin mayor novedad.
Por la noche, sin embargo, no me podía dormir de malestar. El malestar me impedía centrarme en la lectura, remedio para toda noche de insomnio.
Me pasé las horas muertas deambulando por la librería en busca de cosas raras. Encontré mi colección de sellos, los miré uno a uno. Encontré unos comics de Superlópez, también los hojeé sin muchas ganas. Hallé un atlas bíblico que no sabía donde estaba, tres libros ilustrados sobre los ejércitos de la Antigüedad, y hasta el catecismo de mi primera comunión. Me dormí a las seis de la mañana.
En la misa del domingo por la mañana tuve que excusarme por la voz muy tomada y por las toses que jalonaron mis palabras. La tarde no la pude aprovechar en nada, no me sentía con ánimos para ninguna labor intelectual o espiritual.
Pero hoy por la mañana ha sido horrible al levantarme. Me he sentido muy mal. Además me dolía una parte de la cabeza, hasta tal punto que me provocaba nauseas. Eso sin contar con la tos seca, que siempre es muy desagradable.
Me he sentido tan mal, que tras anular una cita, me he metido de nuevo en la cama y me he dormido hasta las 14.30. A esa hora me he levantado, sin apetito, con nauseas, sin ganas ni fuerzas ni para hojear algún libro, ni siquiera para sentarme delante del televisor y ver algún reportaje.
A eso de las 18.00 ya he sentido una cierta mejoría. Y a las 21.00 ya estaba totalmente bien.
En estas últimas sesenta horas, los virus malignos y las defensas benignas han luchado en el campo de batalla de mi cuerpo. Y el Bien ha vencido
Hay gente que cuando estás enfermo te preguntan si quieres que vayan a hacerte compañía. Yo, cuando estoy enfermo, no quiero visitas. Quiero que me dejen tranquilo. Siempre que estoy en cama con gripe, pienso: menos mal que estoy solo.
En la misa del domingo por la mañana tuve que excusarme por la voz muy tomada y por las toses que jalonaron mis palabras. La tarde no la pude aprovechar en nada, no me sentía con ánimos para ninguna labor intelectual o espiritual.
Pero hoy por la mañana ha sido horrible al levantarme. Me he sentido muy mal. Además me dolía una parte de la cabeza, hasta tal punto que me provocaba nauseas. Eso sin contar con la tos seca, que siempre es muy desagradable.
Me he sentido tan mal, que tras anular una cita, me he metido de nuevo en la cama y me he dormido hasta las 14.30. A esa hora me he levantado, sin apetito, con nauseas, sin ganas ni fuerzas ni para hojear algún libro, ni siquiera para sentarme delante del televisor y ver algún reportaje.
A eso de las 18.00 ya he sentido una cierta mejoría. Y a las 21.00 ya estaba totalmente bien.
En estas últimas sesenta horas, los virus malignos y las defensas benignas han luchado en el campo de batalla de mi cuerpo. Y el Bien ha vencido
Hay gente que cuando estás enfermo te preguntan si quieres que vayan a hacerte compañía. Yo, cuando estoy enfermo, no quiero visitas. Quiero que me dejen tranquilo. Siempre que estoy en cama con gripe, pienso: menos mal que estoy solo.
Esta vez no, pero normalmente la fiebre me produce una sensación de placidez muy agradable.